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FRAGMENTO

«En un pequeño pueblo de nuestra tierra, de cuyo nombre me gustaría acordarme, no hace mucho vivía, en una casita frente a la iglesia y al lado de la fuente de agua fría, Maestro Joseíllo o, como lo conocían en el pueblo, el Maderas, por su gran destreza a la hora de transformar este material en los instrumentos más bonitos y sonoros de toda la región.

Maestro Joseíllo era lutier, nombre que se le da a los fabricantes de instrumentos musicales. Él había aprendido el oficio de su abuelo, que entre zafra y zafra se entretenía construyendo algún timple que otro. De esta manera, Maestro Joseíllo pudo conocer todos los trucos y tejemanejes del arte de hacer instrumentos.»





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